OpiniónTribuna Libre

LAS CALLES Y LA NOCHE TAMBIÉN SON NUESTRAS.

Sales a las 07:30 camino a la Universidad y un señor mayor te intercepta para decirte algo así como “ole las niñas bonitas por la mañana” mientras te recorre de arriba abajo con la mirada.

IMG-20160821-WA0075En clase, notas como un profesor observa el culo de tus compañeras. Tampoco pasan desapercibidos los comentarios de tus compañeros sobre tu cuerpo y el de tus amigas. Al volver a la estación, otro señor te recuerda lo bien que te sienta la camiseta que llevas sin dejar de mirar tu escote. Este mismo señor te persigue hasta cerca de tu casa pisándote los talones y sin quitarte ojo, por lo que tienes que acelerar el paso y hacer como que hablas por teléfono, entonces él gira en dirección contraria a ti. Durante la tarde, lees una noticia sobre un exhibicionista que ha agredido a una vecina de tu localidad. Entras en twitter y ves numerosos usuarios negando la existencia del machismo y cuestionando la necesidad del feminismo. Y dicen que no, que no hay tanta violencia machista como se dice. Y tú, en lo que llevas de día ya has pasado por varias situaciones de agresión callejera -imagínate si enumeramos las situaciones machistas en general-. Sales por la noche con tus amigxs a dos manzanas de casa, ya ha oscurecido, por lo que tú y tu amiga -que al vivir cerca quedáis para no ir solas- vais más rápido que de costumbre y evitáis la acera en la que hay un grupo de chavales mirándoos. Llegáis al bar en el que habéis quedado y veis llegar a vuestro amigo -éste sí llega solo-. Dan las 02:00 am y decidís volver a casa. A la vuelta, tu amiga y tú vais más rápido incluso que a la ida. Cruzáis el puente de las vías que se os hace interminable y en el que hay un grupo de chavales mirándoos y riéndose. Pasáis por distintos pasos de peatones en los que os gritan lo que bien que os quedan esos pantalones y os silban mientras se alejan jaleando. Cierras la puerta de casa y respiras -una noche más-. Estás a salvo.

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Este tipo de violencia es una de las más normalizadas e invisibilizadas. Normalmente se oculta bajo el nombre de “piropos” -que no es más que una de las canalizaciones de los privilegios patriarcales que sostienen este sistema de dominación-, ¿qué derecho tiene un hombre de opinar sobre nuestro cuerpo y nuestra ropa sin mostrar nosotras interés por conocer su opinión?, ¿en qué momento un hombre considera oportuno hacernos saber lo que opina de nuestro culo? -y eso sin entrar en si te informan de lo que te darían o dejarían de dar-.

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De cuántas formas vamos a tener que decir que no queremos pasar por ese tipo de situaciones. Que no vamos a permitir ni un segundo más que se nos niegue el espacio público, o que éste tenga hora para nosotras. Que no queremos salir a la calle con miedo. Que no queremos depender de ir acompañadas, de que nos acerquen a casa, de que alguien nos llame para que se nos haga más ameno y seguro el camino. No queremos no poder ponernos auriculares al andar porque preferimos estar atentas a si escuchamos pasos cerca. No queremos asustarnos por cada sombra ni dar rodeos innecesarios para no pasar por aquellos bancos en los que siempre están el grupo de amigos que te incordian al pasar.

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Que las calles y la noche también son nuestras. Y vamos a recuperarlas. La mitad de la población no puede estar subordinada a la otra mitad.

Comisión Feminista de UPE DOS HERMANAS.

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