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Tribuna Libre: Los Ibarburu y el Cabildo Hispalense en el Siglo XVIII.

«Si por desidia, incompetencia o imperativo legal dejamos que se caiga lo que queda en pie de la Hacienda Ibarburu, la tierra se tragará también la memoria de una familia de origen vasco que, como tantas otras de forasteros y extranjeros, llegaron a Sevilla para hacer fortuna con el comercio de Indias».

Tribuna Libre / Ana Márquez Redondo

Si por desidia incompetencia o imperativo legal dejamos que se caiga lo que queda en pie de la Hacienda Ibarburu, la tierra se tragará también la memoria de una familia de origen vasco que, como tantas otras de forasteros y extranjeros, llegaron a Sevilla para hacer fortuna con el comercio de Indias.

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Lorenzo Ibarburu y Galdona llegó desde Motrico, mercader de oro y plata fue titular de una de las tres compañías de compradores de oro y plata de la Sevilla del XVII. Su hijo Lorenzo Ignacio de Ibarburu ya nació en Sevilla -en 1677- y contó con todas las facilidades que daba el dinero y estar en posesión del certificado de hidalguía que concedía el Cabildo de la Ciudad. Gracias a su posición económica y a las ganancias que él mismo obtenía como cargador a Indias, ejerciendo cargos en la Casa de Contratación, pudo ampliar la hacienda Ibarburu (entonces San Lorenzo de Miravalles) que había comprado su padre y que estaba vinculada al mayorazgo de la familia. También pudo comprar el oficio de Alférez de la Ciudad, de precio muy elevado con significativas preeminencias entre las que se encontraba la de custodiar las llaves y el pendón de la Ciudad.

En 1724 lo tremoló en la proclamación de Luis I . Siendo Lorenzo Ignacio de muy corta edad su padre le compró un hábito de la orden de Santiago para el que había que probar notable hidalguía y, ya pertrechado con este ansiado distintivo y siendo Alférez mayor, accedió a todas las instituciones que agrupaban a la elite hispalense. Además de miembro del distinguido Cabildo hispalense y Alcalde de la Santa Hermandad, fue hermano de la Santa Caridad, de la Real Maestranza de Caballería, de la aristocrática hermandad de la Soledad de Sevilla; era gentilhombre de boca y gentilhombre de cámara de Felipe V y tenía enterramiento nada menos que en la catedral como otros grandes comerciantes de origen extranjero -Bécquer, Jácome, Corbet-.

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Si dejamos que todo esto se lo trague el olvido daremos un paso más para borrar del todo nuestra memoria histórica.

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