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La fina línea entre odio y amor, y cómo el progresismo se encomió a su contrario

Vivimos tiempos difíciles, la línea entre ser idiota y un iluminado cada vez es más difusa, las redes sociales han contribuido a ello. Nos ofrecen la posibilidad de convertirnos, al menos aparentemente, en analistas de actualidad. Animados antes la facilidad de comunicación que nos otorga la red, nos lanzamos extasiados en un arrebato democrático y liberador a inundar el espacio virtual de nuestras ilustradas, y por supuesto, progresistas opiniones.

Tribuna Libre por Pedro Gallego

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Pese a la democrática apariencia de dicho proceso, de facto las opiniones han sido filtradas a la hora de publicarse por el filtro del autocorrectismo político. Nadie aboga abiertamente por el republicano, sin embargo si ha habido algo que ha unido a España ha sido el apoyo enfermizo a Hillary Clinton. Propiciadas por la retransmisión en vivo, las opiniones públicas en favor de la del burro crecían exponencialmente en medio de una histeria colectiva, mientras las masas progresistas se encarnizaban en una orgía de fervorosas críticas hacia el republicano.

No me ha extrañado que aquellos que detentan posiciones neoliberales en el espectro político la defiendan. Sin embargo, el sector progresista de este país ha inundado las letrinas intelectuales de este país con su diarrea verbal inconexa y contradictoria.

Esta masa informe de pseudo-analistas progresistas afirman que Donald Trump es un racista, muestra de ello es que quiere construir un muro en la frontera entre Estados Unidos y México. Parece ser que nadie les ha dicho que ese muro se empezó construir a partir de 1994, cuando el presidente era Bill Clinton. Y les sonará éste nombre, pero no, no es un jugador de la NBA. Fue presidente americano durante ocho años, y sorprendentemente lleva el mismo apellido que el de Hillary. Pero, no es una coincidencia, ya que ambos son marido y mujer. Y pertenecientes al mismo partido.

No obstante, ella no es parte de ese apelativo que los progresistas acuñan ahora como “casta”, a pesar de ser política profesional desde hace casi veinte años ininterrumpidamente, con su incorporación a la Fundación Clinton, de la familia Clinton. Una fundación investigada por recibir millonarias donaciones de países de dudosa calidad democrática como Qatar, Kuwait, Brunei, Emiratos Árabes Unidos , o la última de Arabia Saudí por valor de unos 25 millones de dólares aproximadamente, según Wikileaks. Aunque supongo que por supuesto será una mera coincidencia para estos progresistas que estas donaciones fueran a parar para una Secretaria de Estado en plena actividad como lo era Hillary Clinton desde 2009 hasta 2013.

La horda progresista una vez descubierto dichos aspectos “ocultos” supongo que empezará a dudar de la benignidad de este “animal político”. Empero, en intento de legitimar su posición seguirán acusando a su contrario de ser “un animal” a secas. Un hombre parlanchín, demagogo y populista, imbécil e irresponsable que puede provocar un conflicto armado. Sin embargo, al parecer nadie parece tener en cuenta que durante la Secretaría de Estado de Hillary Clinton se firmó el envío de 21.000 soldados más a Afganistán en 2011. Además de orquestarse el derrocamiento de Gadafi, llevando a Libia a una guerra civil, que a día de hoy la mantiene asolada. Así como actualmente respalda los bombardeos regulares en Yemen.

Mas esto no es importante para el progresismo español, que en su desorbitado cinismo muestra como referente político a una exonerada Hillary Clinton, vinculada a las relaciones comerciales por las cuales llega el armamento militar al Estado Islámico.

Por último, es de recibo saber que los progresistas son personas muy morales, por ello en posesión de la hegemonía moral son capaces, aún, de apelar a la personalidad del candidato republicano para negarle su apoyo u optar por la opción contraria. Achacan a éste de ser un farsante, un falso y mentiroso. Una actitud totalmente contraria a la de su contrincante Hillary. Sus palabras y hechos se mecen en un aura de excepcionalidad permisiva, a pesar de citas como la que recoge en 2012 el medio americano CNN, según la cual afirmó que “no estoy de ninguna de las formas interesada en la carrera por la presidencia de Estados Unidos”…

Parece ser que algunas enfermedades tienen un carácter más político que sanitario, por lo que deben ser diagnosticadas por un filósofo y no un médico de cabecera. Y es que en España, parafraseando al gran Ortega y Gasset, algunos sectores poseen una enorme hemiplejía moral incurable, es por ello que seguir extendiéndonos en la controvertida figura de la derrotada demócrata supone un ejercicio de insolente improductividad.

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