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Con la poda hemos topado

La oficina técnica de parques y jardines resulta insuficiente e inadecuada para la idónea gestión del patrimonio verde del municipio

OPINIÓN

La poda de los árboles urbanos suele generar grandes controversias entre la ciudadanía y la Administración local. Unos ciudadanos no aguantan la “suciedad” que emiten los árboles, flores y hojas secas, la sombra que proyecta sobre el letrero de su establecimiento que impide verlo completamente desde todos sitios, las alergias que producen muchas de las especies, etc., viendo en la poda (o tala) una “solución” a sus problemas. Otros, por el contrario, se propugnan como defensores del arbolado y su contribución al ecosistema urbano y la sostenibilidad medioambiental, viendo un problema real en los argumentos que los otros defienden. Unos municipios cuentan con políticos y técnicos comprometidos que desarrollan ordenanzas destinadas a regular el uso, conservación y protección de las zonas verdes y el arbolado urbano. Otros, por el contrario, no cuentan con una normativa mínima. Y en medio de los argumentos de unos y otros están los árboles, sufriendo el trato vejatorio, innecesario y absurdo al que son sometidos.


Desde principio de los años 90 del pasado siglo, en que se generalizan, los conceptos introducidos por A. Shigo sobre la biología de los árboles y los procesos de compartimentación, la arboricultura ha sufrido grandes avances en España. Existe un “cuerpo doctrinal” sobre la poda, existen profesionales formados tanto en el conocimiento de la biología del árbol como en las técnicas de trepa y corte. Sin embargo,
en la mayoría de los casos, los trabajos de poda son ejecutados por personal no cualificado y dirigidos por técnicos menos cualificados aún. No hay nada más que ver los resultados de sus trabajos para comprobar esta afirmación. Por otro lado, también existe todo un compendio de normativa técnica sobre la poda, que permite definir con toda precisión el trabajo que se debe ejecutar. Al contrario que en otras disciplinas, v. g., arquitectura o ingeniería civil, que también cuentan con abundante normativa técnica, y
la ejecución de cualquier trabajo está respaldada por alguna de las especificaciones contenidas en su normativa técnica, en jardinería no ocurre esto. Tanto los conocimientos, la experiencia, como la normativa técnica pasan a un segundo o tercer plano, o, simplemente, no se tienen en cuenta. Y ¿por qué sucede esto? Simplemente, porque no existe una legislación sobre las zonas verdes o el arbolado urbano que contemple esa normativa técnica. No existe legislación a nivel estatal ni autonómico y
sólo en algunos casos existe una normativa local, en forma de ordenanza municipal, que permite legislar los trabajos de jardinería. Por citar un ejemplo, el Ayuntamiento de Marbella (Málaga) cuenta con una “Ordenanza reguladora del uso y protección de zonas verdes y arbolado”, donde se especifica la normativa técnica a seguir en los diferentes trabajos.

Así, en el artículo 29, sobre el arranque, tala, trasplante, sustitución, poda, reducción de copa y desmoche de árboles, se especifican, entre otras, las Normas Tecnológicas de Jardinería y Paisajismo NTJ08E, NTJ08S, NTJ07Z o el uso de la Norma Granada para la valoración de árboles.


Si de forma generalizada, ciudadanos y Administración propugnamos la creación de ciudades más sostenibles, más humanizadas, con más zonas verdes, con ciudadanos, políticos y técnicos más implicados en su conocimiento y mantenimiento, con planes de sostenibilidad y lucha contra el Cambio Climático a costa de potenciar las plantaciones en las ciudades -y la reciente presentación de la Agenda 2030 es un claro ejemplo de ello-, ¿cómo es que la Administración se muestra tan reacia a legislar sobre el mantenimiento. de esas zonas verdes y esos árboles, con la implantación de leyes a nivel estatal, autonómico o local?

La realidad es que, pese a todos esos bonitos y grandilocuentes discursos sobre las bondades de los árboles en las ciudades, se los sigue considerando como mero “mobiliario urbano” y no como un “recurso” cada vez más necesario. Y siguen estando expuestos a las tropelías de políticos, técnicos y jardineros ejecutadas con total impunidad y alevosía. Parece que no nos damos cuenta de que son seres vivos y que su existencia nos es vital para la nuestra propia.

Nuestra ciudad, Dos Hermanas, cuenta con una importante superficie de zonas verdes y arbolado urbano, aproximadamente 200 ha de zonas verdes, excluyendo la Dehesa de Doña María, y unos 40.000 árboles situados tanto en alineaciones como en jardines. No cuenta con ordenanza alguna sobre el mantenimiento o protección de las zonas verdes y el arbolado. La oficina técnica de parques y jardines resulta insuficiente e inadecuada para la idónea gestión del patrimonio verde del municipio. Asimismo, el servicio de mantenimiento está adjudicado a dos empresas que se reparten casi al 50% la superficie
verde urbana del municipio. El presupuesto anual de mantenimiento, que incluye también parte de la limpieza urbana, es de aproximadamente 7 millones de euros. Y la pregunta es: ¿estamos los ciudadanos satisfechos con el mantenimiento que se hace de nuestro patrimonio verde?.


Para contestar esta pregunta, primero habría que saber qué conocimientos tiene el ciudadano sobre el mantenimiento de jardines urbanos, sobre jardinería, sobre las zonas verdes y el arbolado de su ciudad, sobre la gestión municipal, etc. Y creo no pecar de pesimista si digo que esos conocimientos son muy escasos o nulos. La mayoría de los ciudadanos cuando pasean por un parque, un jardín o bajo una alineación sólo ven plantas, árboles, elementos verdes que ornamentan y, además, dan sombra bajo la que caminar o aparcar el coche. No se percatan de que se trata de seres vivos, que, si fueran capaces de moverse o gritar, acabaríamos abofeteados y sordos. Así que, la respuesta de una mayoría de ciudadanos, en Dos Hermanas, sería que están satisfechos o muy satisfechos con sus parques y jardines. Sin embargo, hay otros ciudadanos que, por diversos y múltiples motivos, disponen de criterios para analizar el mantenimiento que observan, y manifiestan su grado de insatisfacción con relación a la gestión que se hace del verde urbano y del arbolado, en particular. Pero este ciudadanos son minoría, una “gran minoría”, podríamos decir. Sin embargo, no permanecen callados, y poco a poco su voz se va escuchando en centros educativos, en parques y jardines, en las redes sociales, porque son conscientes de que los avances sociales siguen estando en manos de la protesta ciudadana. Y la mejora en el trato al arbolado y el ecosistema urbano no iban a ser diferentes.


Con la tecnología actual, la gestión mediante GIS (Sistema de Información Geográfica) que permite un conocimiento exhaustivo de cada elemento verde, el uso del índice NDVI (Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada) que permite conocer la cobertura verde existente en una ciudad o un parque concreto ya que capta toda la superficie que realiza la fotosíntesis, podemos tener amplia información de las zonas verdes que dispone la ciudad, así como de su estado de conservación. En un futuro cercano,
añadiendo a la visión NDVI la tercera dimensión, se podrá conocer el “volumen” de la vegetación, permitiendo valorar así con mayor precisión los servicios ecosistémicos que nos aporta y las necesidades de mantenimiento que precisa, lo que conllevará una mayor eficacia en la planificación de las labores a ejecutar. Hay que tomar conciencia de que los parques y jardines y la vegetación en general que se encuentra dentro de una ciudad, supone un beneficio directo sobre la ciudadanía que vive en ese lugar. Es por ello que los gobiernos locales deben priorizar su puesta en valor y protegerlos.

PLATAFORMA EN DEFENSA DEL ARBOLADO DE DOS HERMANAS
Jesús J. Cuenca Rodríguez
Biólogo

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