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Antes de querer abarcar más, hay que conocer y cuidar lo que se tiene: la fantasía de un jardín botánico.

Opinión por Jesús Cuenca, Biólogo

A finales de febrero, diversos colectivos ciudadanos llevaron a cabo una acción reivindicativa en favor de la Hacienda de Ibarburu, con el único objetivo de llamar la atención sobre un Bien de Interés Cultural (BIC) que se está desmoronando poco a poco. A ninguno de los asistentes, ni en sus más locas alucinaciones o “sueños reivindicativos” se le habría ocurrido transformar la hacienda en, por ejemplo, el “Versalles de Dos Hermanas”, por aquello de la afición que se tiene a las obras “faraónicas” de poca utilidad, por estos lares. En el horizonte más fantástico se deslumbraba tan solo su recuperación como lo que siempre ha sido: una hacienda tradicional del agro sevillano a la que se le puede dar cualquier uso cultural, al igual que ha sucedido con otras de similares características. Nada de sueños megalómanos. Únicamente sueños de personas con los “pies en el suelo” que ven cómo se va degradando el patrimonio de su ciudad.


Pues bien, resulta que existen otros colectivos que también fantasean con espacios del municipio (en este caso “verdes”) que, si bien han tenido un buen inicio de recuperación, sus primeros momentos de evolución se ven acompañados más por la falta de gestión efectiva que por la continuidad en su conservación y desarrollo. Así, hace unos días leí en uno de los periódicos locales que el grupo municipal de Ciudadanos había hecho una propuesta para convertir el parque forestal Dehesa Da María en un “jardín botánico”. Vaya necedad, pensé. Hace 30 años, los políticos tuvieron la oportunidad con la Alquería del Pilar, donde existía un patrimonio del que partir, y ahora salen con convertir un espacio degradado en un jardín botánico. Pero que nadie se escandalice cuando lo califico así pese a las actuaciones de recuperación que se vienen realizando en él durante los últimos años, ya que lo hago desde un punto de vista un tanto estricto, el de biólogo.


Lo primero que les diría a esos políticos, es que al igual que la hacienda de Ibarburu no tiene vocación de palacio versallesco, el parque forestal Dehesa Da María, aun conteniendo otro espacio BIC con un bonito jardín, no tiene vocación de “jardín botánico”; si bien, se podrían llevar a cabo actividades botánicas de otra índole, ya que en él podemos encontrar más de 200 especies botánicas, entre ornamentales y silvestres; y perfectamente este número podría superar las 300. Y lo segundo, que sus posibles numerosas visitas al parque no les han servido para ver y apreciar lo que allí hay actualmente.
El parque posee una, digamos, extensión útil de aproximadamente 88 ha, donde existían antiguamente diversos ecosistemas que han sido muy alterados por las múltiples obras de infraestructura que se han realizado tanto en derredor como en su interior. Especialmente ha sufrido este proceso el ecosistema del arroyo de Las Culebras, cuya vegetación se ha visto reducida a una orla espinosa que se extiende en casi la totalidad del cauce, acompañada por pequeñas masas de olmos, chopos, acebuches y otras frondosas como acacias negras y eucaliptos, principalmente, así como de numerosas especies asociadas a espacios muy antropizados.

Grosso modo, la autovía SE-40 define un eje este-oeste que divide el parque en dos zonas claramente diferenciadas, sur y norte. En la zona sur encontramos un antiguo olivar, extensas zonas de nuevas plantaciones sobres terrenos degradados por las obras de la autovía, compuestas por pies de olivos trasplantados y agrupaciones de frondosas, como almeces, algarrobos, melios, fresnos, encinas, jacarandas, almendros, etc., que forman alineaciones, pequeñas masas monoespecíficas o aparecen dispersas entre los olivos. La zona también alberga diversos servicios de índole lúdico-deportiva, como son: parques infantiles, aparatos de gimnasia, mesas, bancos, WC, etc., así como una amplia red de caminos y aparcamientos. La zona norte contiene dos elementos bien diferenciados, por una parte, el cauce del arroyo de Las Culebras y por otra, la Hacienda Torre de Da María. Esta finca, además de ser un BIC, contiene un jardín donde, aparte del famoso ombú, existe una notable diversidad de especies ornamentales (algunas significativas).

Posee también una dilatada historia como alquería árabe, haber sido propiedad de una reina de Castilla, Da María Padilla, esposa de Pedro I, el Justiciero, así como una de las fincas más rentables del Cabildo Catedral de Sevilla durante el siglo XV. También, esta zona conserva antiguos olivares, así como otros plantíos de naranjos e higueras. Por su parte, el arroyo de Las Culebras extiende unos 2500 m de su cauce a lo largo del flanco septentrional del parque, interrumpido por los pasos inferiores de las carreteras que también dan continuidad al torrente estacional que discurre por él. Además de la orla espinosa ya mencionada, donde zarza y zarzaparrilla constituyen las especies predominantes, bajo los árboles, en unas condiciones más sombrías y húmedas, crecen aros, candilillos, lirios silvestres, vincas, y un nutrido número de especies nitrófilas, arvenses y ruderales. Y al igual que la Hacienda, el arroyo también tiene su protagonismo histórico, pues en él se han hallado restos arqueológicos de asentamientos romanos entre los siglos I y IV (d.C.).


La concepción del parque como un espacio de esparcimiento ciudadano donde se potencian las actividades lúdico-deportivas está muy bien. Y más, cuando se interviene en un espacio que había quedado muy degradado por todas las intervenciones urbanísticas realizadas tanto en sus alrededores como en su interior. Añadirle el epíteto de “forestal” para poner en valor las masas de vegetación que quedan a lo largo del arroyo, ampliándolo a las masas agrarias de olivos y las nuevas plantaciones, creo que es muy adecuado. Y con más razón actualmente, cuando es tan necesario el desarrollo del “verde urbano”. No obstante, como dice el refrán, no es oro todo lo que reluce.


Tras las últimas intervenciones llevadas a cabo, muchas zonas del parque, especialmente el cauce del arroyo, han quedado más degradadas de lo que estaban, acumulan basura y escombros de obra o su vegetación ha quedado mermada innecesariamente por la falta de medidas preventivas, que si bien podían figurar en el proyecto de obra han brillado por su ausencia durante la ejecución. En el cauce podemos encontrar desde barreras de plástico tipo “New Yersey”, algunas vallas metálicas y una colección muy diversa de basura de tipología muy variada. También, siguen aumentando los vertidos de tierras sobre los antiguos vertederos que parecían haber quedado clausurados tras la obra civil. Y la restauración de algunos puntos que se han utilizado como “préstamo”, para la extracción de material con destino a algunos rellenos en las obras que se ejecutan actualmente, parece que se está dilatando indefinidamente.

Por último, les pediría a estos políticos que no soñaran imposibles. Creo que los ciudadanos de Dos Hermanas nos daríamos con un canto en los dientes si, dentro de 5 años, pudiéramos ver el arroyo de Las Culebras recuperado, con unas masas frondosas de arbustos y árboles que llenasen su cauce, fluyendo por él una lámina de agua continua o casi continua de agua, como todavía algunos recordarán que ocurría allá por los años 50-70 del siglo pasado. Un parque donde podamos ver y apreciar la gestión y buen uso que se hace de ese espacio público, potenciando su puesta en valor y promulgando algo más que un simple uso lúdico-deportivo. El Parque Forestal Dehesa Doña María es mucho más y se merece ser cuidado por todos.

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