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¡A buenas horas, mangas verdes!

Lo que se pretende es avanzar hacia esa tendencia “vanguardista” que tanto gusta a ciertos alcaldes y técnicos, la de sustituir árboles por toldos y sombrillas sobre “felpudos” verdes. Ofrecen sombra, poco mantenimiento y ningún beneficio ecosistémico, pero muchos otros para algunos. Ojalá no tengamos que entonar: ¡a buenas horas, mangas verdes! O lo que sería peor, un réquiem.

Los “mangas verdes” eran los miembros de unas cuadrillas armadas de la Santa
Hermandad, corporación instituida por Isabel la Católica en 1476, que se encargaban de
detener y encarcelar a los malhechores y al mantenimiento del orden público. Se
caracterizaban por dos cosas: llevar un uniforme con las mangas de color verde y llegar
habitualmente tarde al lugar de los hechos, cuando los bandidos ya se habían dado a la
fuga. De ahí la expresión como símbolo de inoperancia, tardanza o inutilidad.
Ojalá, no tengamos que hacer uso de esta expresión si llega a producirse la paradoja de
que un espacio nazareno reciba la catalogación de Bien de Interés Cultural, cuando haya
perdido buena parte de los elementos por los que se hacía merecedor de esa figura de
protección.


En 2017, el Ayuntamiento de Dos Hermanas solicitó al Parlamento de Andalucía la
catalogación del Parque de la Alquería como Bien de Interés Cultural (BIC). Sin embargo,
no fue hasta enero de 2021 cuando este organismo instó al Consejo de Gobierno para
que incoara el procedimiento oportuno. Al día de hoy el expediente sigue sin resolución.
Esperemos que no sea por la diferencia actual de “color” entre los gobiernos de la Junta y
el Ayuntamiento, respectivamente.


En la exposición de motivos, recogida en la Proposición no de ley relativa al Parque de la
Alquería de Dos Hermanas (Sevilla), podemos encontrar, entre otras, las siguientes
anotaciones relacionadas con el patrimonio botánico del mismo: “es considerado un
pulmón verde para la ciudad y constituye una de las principales joyas patrimoniales”;
“aloja en su interior destacados diseños paisajísticos”; “se pueden encontrar y disfrutar en
él de más de 110 especies botánicas diferentes, destacando la palmera de Chile, la sófora,
el árbol de la bella sombra, almez, bambú, el árbol botella, nogales, fresnos o jacarandas,
entre otros muchos”; o “este parque ha sido reseñado en diferentes publicaciones, lo que
supone, según los expertos, un reconocimiento por parte del sector del paisajismo hacia
esos jardines y su valor”.


En 2017, yo no conocía el parque. Tan solo lo había recorrido en algunas ocasiones, a
pesar de haber hecho un uso bastante prolongado de la pista de patinaje, cuando mis
hijos eran pequeños. En 2020, por diferentes motivos, empecé a interesarme por las
especies de árboles que había en él. En poco tiempo confeccioné una guía del jardín,
recogiendo algo de su historia y el inventario de los ejemplares y especies botánicas que
había en ese momento. Después de tres años, he vuelto al parque para cotejar los datos
de entonces con los de ahora, que plasmaré en un artículo próximamente.
Si en 2020, el número de especies ya era de 99 y la mayor parte de los árboles
presentaban procesos de pudrición (en mayor o menor medida), daños en troncos y
ramas y estaban sometidos a podas drásticas, mermando, incluso, las especies citadas
expresamente en la “exposición de motivos”; en 2023 la situación no ha mejorado, sino
todo lo contrario, ya que se aprecian pérdidas significativas de ejemplares.
Desconozco la existencia de algún plano de los antiguos jardines y la distribución de
especies. Pero praderas de césped con árboles, aspecto que presentan actualmente todos
los parterres en que se divide el espacio ajardinado, además de 2 “áreas caninas”, no sé
qué destacado diseño paisajístico encierra, teniendo en cuenta, además, que a mediados
de la década de los años 80 del pasado siglo, el Ayuntamiento se hizo cargo de un
patrimonio botánico que comenzó a forjarse a finales del siglo XIX. Aun así, sigue siendo
uno de los “pulmones verdes” de la ciudad.


Lo mismo, lo que se pretende es avanzar hacia esa tendencia “vanguardista” que tanto
gusta a ciertos alcaldes y técnicos, la de sustituir árboles por toldos y sombrillas sobre
“felpudos” verdes. Ofrecen sombra, poco mantenimiento y ningún beneficio
ecosistémico, pero muchos otros para algunos. Ojalá no tengamos que entonar: ¡a
buenas horas, mangas verdes! O lo que sería peor, un réquiem.

Jesús J. Cuenca Rodríguez, biólogo

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